jueves, 26 de diciembre de 2013

La tabla de la realidad

Nunca te habías atrevido a superar la delgada línea que separa tu ignorancia de la realidad, pero ocurrió al darte cuenta de que estás viviendo, de que eres cifra y tienes fin. Todo lo que te rodea concluirá; incluso lo que ignoras por ser cotidiano se puede volver añoranza en cualquier momento.
Entre sollozos, el recuerdo del pasado te hizo sufrir, darte cuenta de que cada vez estás a un paso más del desamparo. Cuando ves sus blancos ápices y sus sensatas virgulillas bañadas de angustia, sólo entonces, despiertas de tu coma de felicidad. Ésto duele. Fueron semidioses durante algún tiempo, pero no quieres convertirte en ellos.
Ayer pensabas que nada había más cruel que la ardiente garra rasgando tu pecho; pues ya lo tienes aquí, hundiéndote los pies en uno de los peores deterioros que el hombre ha conocido. Nadie te dio opción; pero estás, y con un dilema en cada costado. Ahora sí puedes decidir, pero, claro, ya es demasiado tarde para no sufrir, pues ya has comenzado a multiplicar en la tabla de la realidad.
Aguantas un par de bailes de agujas y, rápidamente, tu apatía te arrastra al mullido territorio invariable en el que se hospeda tu Ego. Ya nada va contigo. Ya nada caduca. Estás en una habitación aislada introduciéndote en el protagonista y conociendo sus límites. Vuelves a ser feliz y, aunque sabes que tiempos peores acecharán al volver a cruzar la línea, tu elección es continuar a tu manera por el camino de la lluvia intermitente dejando de lado el fugaz chaparrón; prefieres calarte poco a poco confiando sentir en las pausas del orvallo una incandescencia que desnutra tu indumentaria pesada. Te gusta ilusionarte con el paso de los cometas, es la única manera de tolerar la siguiente gota.
Te sometes a tu existencia: esperas, confías, crees, aceptas... Y, al final, te entregas.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Mutabilidad y estabilidad

–––Sin duda alguna, la Segunda Revolución fue la que más repercusión tendrá en el declive del resto. Ya se había estado fraguando durante unos meses. Y, al fin, surgió. Fue tras la asociación de los dos bandos. Con diferente datación que las otras, aunque no disten mucho las fechas dentro de un mismo verano. También el cielo sigue siendo color carbón y los alicientes, suficientes. Es posible que se haya ya culminado con ella aquéllo de meses anteriores, pero en una parte de los aliados pervive el anhelo de rebelión.

–––Y, ¿terminó bien?

–––Puede. Hay quien diría que fue tan intensa aquella noche, que no pasará al olvido de los presentes; que se trató de una revolución tan penetrante, que retumbará durante años. De todos modos, ¿acaso el simple recuerdo es suficiente como para alegar que se trata de un buen final? ¿Vale la pena tener una vida nostálgica, rememorando ese momento y fantaseando con un posible cambio que lleve a una segunda coalición? Yo creo que no. Casi me aventuro a decirte que es una majadería pasar el tiempo soñando, pero nuestra existencia está para realizar cualquier torpeza que nos haga sentir vivos. Y en ese enorme maletero sin fondo de acciones sin sentido aparente, se encuentran los sueños que cada cual persigue.

–––Comprendo lo que dices, pero volvamos a los hechos.

–––Los hechos son siempre los mismos. Todas las revoluciones tienen grandes similitudes. Y lo único a destacar de cada una son los rasgos dispares entre ellas. Lo que en esta segunda discrepa del resto es muy grande, son los propios bandos en sí: eran afines, mostraban interés por las mismas cosas y puede que en algunos momentos llegaran a tener las mismas intenciones. El problema de éstas últimas es que han ido variando a medida que pasa el tiempo desde la estival jornada. De este modo, el paso del invierno puede congelar los lazos entre los bandos haciendo que se conserven hasta que vuelva a darse otra coyuntura, o realizar cambios notorios en sus pretensiones.

–––¿Qué es lo que tiene que pasar para que tenga un claro final feliz?

–––No pasará nada, que es lo que tiene que pasar para lo que dices. Pasará el tiempo, pero sólo eso. Únicamente nos queda tirar la moneda hacia las nubes. Esperar su retorno y aterrizaje sobre nuestros cascos.

Así, las revoluciones son sometidas al invierno y al tiempo, que todo lo vuelven realidad envilecida.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Amistad a la romana

Hace unos meses de aquellas dos excursionistas, de aquellas escaleras, de aquella plaza, de aquella Roma, de aquella bella Italia. Paseábamos entre la diversidad. Tanta gente en constante movimiento y en constante reposo. Tanta vida en la calle... Anochecía. Nuestros planes se juntaron tras un largo día desembocando en un apaciguable respiro frente a una fuente iluminada. De las foráneas cámaras afloraban múltiples flashes reflejándose en el fluír del agua y varios vendedores ambulantes voceaban a nuestro alrededor. Estábamos en la majestuosa Roma viviendo una inolvidable experiencia. Sedentes en las concurridas escaleras de la Plaza de España, la inquieta mente de mi amiga Marta comienza a funcionar...
Tal vez fue la magia de Roma y de sus anocheceres, o la distancia de nuestro hogar y el cansancio. Pero aquélla fue una de las mejores conversaciones de toda mi vida. ¿De qué hablamos? No lo sé. Hablamos de todo y de nada; de la vida y de la muerte; del amor y del odio... Sencillamente dijimos lo que nos apetecía, lo que no hacía falta pensar, lo que ya habíamos pensado. Fue una de esas charlas necesarias que no se tienen diariamente.Vi en ella las ganas de vivir, conocer, luchar, amar, llorar, soñar y reír al mismo tiempo. Quise llorar: me fascina la gente como ella, entusiasmada por vivir. Mis pupilas se encharcaron y fueron las lágrimas más dulces que he probado.
Normalmente somos distantes con las demás personas no dejando que nos conozcan realmente, pero aquel peldaño fue testigo de mil sinceras emociones que no olvidaré. Por momentos como ése creo que debo volver a la ciudad, recorrer todas las calles por las que anduve. Será como si no hubiera pasado el tiempo desde entonces. He de volver en un futuro a reencontrarme con el pasado, con las jóvenes excursionistas, con las escaleras, con la plaza, con la bella Italia y con la fascinante Marta. 
   

Revolución (I)

De un juvenil estío entre el caluroso jolgorio,
dos sombras se topan junto a la mar.
Emprendiendo el viaje -tal vez vacío-
hacia la desértica orilla, recorren la soledad
en la noche feraz de paisaje, limpia de gentío.  

Sobre polvo acunador. Bajo sideral cúpula.
Pausadamente comienza la diversión.
Tiznados de cósmica antracita, el bullicio es ajeno.
Él pierde los papeles. Ella prepara el guión.

Las ondas serán del escenario el telón.
Balanceándose indecisas muestran el teatro;
chorreando interés aplauden suave las rocas.
Por fin presentan la función.

Los protagonistas comienzan la danza:
mecidos, como el vaivén de la añil tela;
en una pacífica justa, como la marítima ovación;
con suavidad, reflejo de las caricias de seda;
jóvenes, frescos, como en su inédita actuación.



sábado, 2 de noviembre de 2013

Sui caedere

Nos matan. Nos destruyen día a día: familiares, amigos, profesores, ídolos, gobernantes... sociedades enteras destinadas a su autodestrucción en busca de la unificación. Cada vez que respondemos de acuerdo a lo que demandan, se derrumban nuestros cimientos a la acrobática velocidad del día a día. Vaporoso ademán asesino acompañado por la más hospitalaria de las sonrisas. Todos esperan que les regalemos un buen trato. Todo para su felicidad; lo esperan de modo ególatra, y respondemos positiva y presuntuosamente por llegar al goce que nos proporciona ser el objetivo y el producto deseado por todos: ese es nuestro triunfo. Las diferentes maneras posibles de obrar ante cada situación nos asustan, nos hacen dudar como nunca antes habíamos dudado y buscar un modelo legítimo a seguir. No nos desprendemos del miedo a que termine nuestro estado como objeto de pretensión. Nos angustia estar solos y no ser comprendidos: ser diferentes nos frustra. Nadie nos convence de su autenticidad; ni siquiera creemos en la propia, pues no admitimos ser la misma persona que hace unos meses, ni la misma que seremos dentro de un tiempo; no nos tragamos que ante la misma situación o persona obremos siguiendo las mismas pautas de comportamiento repetidas veces. Nos inquieta encontrar gente con la que se pueda ser feliz sin pedir nada a cambio más que simple compañia. Sin intereses, sin deudas: sin destruirnos.

jueves, 14 de febrero de 2013

Carta

Difuso P.,
Aunque en el fondo esta carta va dirigida a Nada -que es ahora tu misma persona-, considero necesario ponerme en contacto contigo. No te amo, tampoco te odio, ni siquiera te deseo o te ignoro. Tan solo te he perdido y relegado hace tiempo a un mar confuso de mi memoria. Recuerdo pocas cosas sobre ti, pero he de orientarte -en la medida de lo posible- cual hermana mayor:
Tú, pequeño, no llegarás a ser ni por asomo como te enseñan que debes ser; harás cosas que te prometes no hacer y no te arrepentirás de ello. Verás nieve y ríos de angustia sobre las marrones montañas que tanto admiras; observarás que tampoco ellas se libran del viento y la lluvia. Aprenderás a multiplicar en la tabla de la realidad: el tren irá acelerando a medida que pasan las estaciones y no se detendrá; ¿acaso crees que en la última hora podrás hacer todo lo que te propones? Puede que en ocasiones te sientas solo en una fiesta de amigos o acompañado en un inmenso desierto, pero esas situaciones son necesarias para que aprendas cuanto antes a amar la soledad y la tristeza; ellas serán tu amparo cuando sus antagonistas se alejen de ti. Apártate cuanto antes de todo lo que no te hace bien y toma lo que necesites, aunque te pueda hacer mal -no será tan malo, créeme-. Vivirás encuentros pacíficos encubiertos por la cósmica antracita de las noches de verano; y te sentirás orgánicamente embriagado. Descubrirás gente fascinante con ganas de vivir, conocer, luchar, amar, llorar, soñar y reír, y perderás amistades que no te aporten nada. Trocarás tus preferencias; las piruletas de fresa ácida por volátiles y sugerentes chocolates. Experimentarás nuevas sensaciones ignoradas hasta el momento. Odiarás tanto los excesos como las carencias. Encontrarás dos inmensos refugios, dos maneras de expresarte; y sentirás en tu propia piel honestos clímax musicales. Pero también comprenderás tus límites, lo que te hará necesariamente consciente de tu mediocridad. Amarás tu mejor defecto y odiarás tu peor virtud. Con todo esto, aprende a decidir de modo que puedas saborear todos los aspectos de la vida.
He contemplado una y otra vez tus mismas fotografías; pero no te reconozco y cada vez retengo menos datos, como si una amnesia se apoderase de mis recuerdos. Hay días en los que mágicamente vienen a mí tus fragancias para advertirme de que sigues en algún rincón; pero, desde que te fuiste, he buscado otros aromas con los que soñar. He releído tus pueriles escritos y oído esas melodías que solías tararear estando, siendo yo Presente; es curioso cómo pueden transmitir emociones incluso las palabras más fútiles y las canciones más comerciales, sólo por volver a leerlas o -en el segundo caso- escucharlas años después; ¡somos tan fácilmente susceptibles...!
Familiares, amigos, amantes, profesores, ídolos, gobernantes... te destruirán a la acrobática velocidad del día a día; al responder positiva y presuntuosamente de acuerdo a lo que demandan, verás en sus rostros un vaporoso ademán asesino exteriorizado mediante una sonrisa; una piedra más caerá de tu fachada. Las diferentes maneras posibles de obrar ante cada situación te asustarán y te harán buscar un modelo legítimo a seguir, pues te angustiaría estar solo y no ser comprendido. Nadie te convencerá de su autenticidad; ni siquiera creerás en la tuya propia, pues no admitirás ser la misma persona que hace unos meses. Ahora bien, has de encontrar gente con la que se pueda ser feliz sin pedir nada a cambio; sin intereses, sin deudas: sin destruirnos.
Definitivamente, he aprendido a vivir sin ti y a olvidar lo que contigo se va. Sólo duras en mi mente un par de bailes de agujas, hasta que, rápidamente, mi apatía me arrastra al mullido territorio invariable en el que se hospeda mi ego. Ya nada va conmigo; ya nada caduca. Estoy en una habitación aislada introduciéndome en el protagonista y conociendo sus límites. Vuelvo a ser feliz y me someto a mi existencia: espero, confío, creo, acepto y, al final, me entrego.
Siento no haberte prestado la suficiente atención mientras pasabas por aquí. Y ahora, enfrascado en un bote de chucherías vacío, naufragas cerca de la costa de la Nada para acabar enterrado en su arena vacía e inconcebible para nosotros.
Pretérito Perfecto, eres ausencia, eres Nada. Y Nada es Presente aquí.

P.D.: ¿Es que vale la pena tener una vida nostálgica, rememorando y fantaseando, sin vivir el momento? Yo creía que no; pero nuestra existencia -pienso- está para realizar cualquier torpeza que nos haga sentir vivos. Y en ese enorme maletero sin fondo de acciones probablemente absurdas, se encuentran los sueños que cada cual persigue. El mío en particular es amar tu ausencia.