Difuso
P.,
Aunque
en el fondo esta carta va dirigida a Nada -que es ahora tu misma
persona-, considero necesario ponerme en contacto contigo. No te amo,
tampoco te odio, ni siquiera te deseo o te ignoro. Tan solo te he
perdido y relegado hace tiempo a un mar confuso de mi memoria.
Recuerdo pocas cosas sobre ti, pero he de orientarte -en la medida de
lo posible- cual hermana mayor:
Tú,
pequeño, no llegarás a ser ni por asomo como te enseñan que debes
ser; harás cosas que te prometes no hacer y no te arrepentirás de
ello. Verás nieve y ríos de angustia sobre las marrones montañas
que tanto admiras; observarás que tampoco ellas se libran del viento
y la lluvia. Aprenderás a multiplicar en la tabla de la realidad: el
tren irá acelerando a medida que pasan las estaciones y no se
detendrá; ¿acaso crees que en la última hora podrás hacer todo lo
que te propones? Puede que en ocasiones te sientas solo en una fiesta
de amigos o acompañado en un inmenso desierto, pero esas situaciones
son necesarias para que aprendas cuanto antes a amar la soledad y la
tristeza; ellas serán tu amparo cuando sus antagonistas se alejen de
ti. Apártate cuanto antes de todo lo que no te hace bien y toma lo
que necesites, aunque te pueda hacer mal -no será tan malo, créeme-.
Vivirás encuentros pacíficos encubiertos por la cósmica antracita
de las noches de verano; y te sentirás orgánicamente embriagado.
Descubrirás gente fascinante con ganas de vivir, conocer, luchar,
amar, llorar, soñar y reír, y perderás amistades que no te aporten
nada. Trocarás tus preferencias; las piruletas de fresa ácida por
volátiles y sugerentes chocolates. Experimentarás nuevas
sensaciones ignoradas hasta el momento. Odiarás tanto los excesos
como las carencias. Encontrarás dos inmensos refugios, dos maneras
de expresarte; y sentirás en tu propia piel honestos clímax
musicales. Pero también comprenderás tus límites, lo que te hará
necesariamente consciente de tu mediocridad. Amarás tu mejor defecto
y odiarás tu peor virtud. Con todo esto, aprende a decidir de modo
que puedas saborear todos los aspectos de la vida.
He
contemplado una y otra vez tus mismas fotografías; pero no te
reconozco y cada vez retengo menos datos, como si una amnesia se
apoderase de mis recuerdos. Hay días en los que mágicamente vienen
a mí tus fragancias para advertirme de que sigues en algún rincón;
pero, desde que te fuiste, he buscado otros aromas con los que soñar.
He releído tus pueriles escritos y oído esas melodías que solías
tararear estando, siendo yo Presente;
es curioso cómo pueden transmitir emociones incluso las palabras más
fútiles y las canciones más comerciales, sólo por volver a leerlas
o -en el segundo caso- escucharlas años después; ¡somos tan
fácilmente susceptibles...!
Familiares,
amigos, amantes, profesores, ídolos, gobernantes... te destruirán a
la acrobática velocidad del día a día; al responder positiva y
presuntuosamente de acuerdo a lo que demandan, verás en sus rostros
un vaporoso ademán asesino exteriorizado mediante una sonrisa; una
piedra más caerá de tu fachada. Las diferentes maneras posibles de
obrar ante cada situación te asustarán y te harán buscar un modelo
legítimo a seguir, pues te angustiaría estar solo y no ser
comprendido. Nadie te convencerá de su autenticidad; ni siquiera
creerás en la tuya propia, pues no admitirás ser la misma persona
que hace unos meses. Ahora bien, has de encontrar gente con la que se
pueda ser feliz sin pedir nada a cambio; sin intereses, sin deudas:
sin destruirnos.
Definitivamente,
he aprendido a vivir sin ti y a olvidar lo que contigo se va. Sólo
duras en mi mente un par de bailes de agujas, hasta que, rápidamente,
mi apatía me arrastra al mullido territorio invariable en el que se
hospeda mi ego. Ya nada va conmigo; ya nada caduca. Estoy en una
habitación aislada introduciéndome en el protagonista y conociendo
sus límites. Vuelvo a ser feliz y me someto a mi existencia: espero,
confío, creo, acepto y, al final, me entrego.
Siento
no haberte prestado la suficiente atención mientras pasabas por
aquí.
Y ahora, enfrascado en un bote de chucherías vacío, naufragas cerca
de la costa de la Nada para acabar enterrado en su arena vacía e
inconcebible para nosotros.
Pretérito
Perfecto, eres ausencia, eres
Nada. Y Nada es Presente aquí.
P.D.:
¿Es que vale la pena tener una vida nostálgica, rememorando y
fantaseando, sin vivir el momento? Yo creía que no; pero nuestra
existencia -pienso- está para realizar cualquier torpeza que nos
haga sentir vivos. Y en ese enorme maletero sin fondo de acciones
probablemente absurdas, se encuentran los sueños que cada cual
persigue. El mío en particular es amar tu ausencia.