lunes, 9 de diciembre de 2013

Mutabilidad y estabilidad

–––Sin duda alguna, la Segunda Revolución fue la que más repercusión tendrá en el declive del resto. Ya se había estado fraguando durante unos meses. Y, al fin, surgió. Fue tras la asociación de los dos bandos. Con diferente datación que las otras, aunque no disten mucho las fechas dentro de un mismo verano. También el cielo sigue siendo color carbón y los alicientes, suficientes. Es posible que se haya ya culminado con ella aquéllo de meses anteriores, pero en una parte de los aliados pervive el anhelo de rebelión.

–––Y, ¿terminó bien?

–––Puede. Hay quien diría que fue tan intensa aquella noche, que no pasará al olvido de los presentes; que se trató de una revolución tan penetrante, que retumbará durante años. De todos modos, ¿acaso el simple recuerdo es suficiente como para alegar que se trata de un buen final? ¿Vale la pena tener una vida nostálgica, rememorando ese momento y fantaseando con un posible cambio que lleve a una segunda coalición? Yo creo que no. Casi me aventuro a decirte que es una majadería pasar el tiempo soñando, pero nuestra existencia está para realizar cualquier torpeza que nos haga sentir vivos. Y en ese enorme maletero sin fondo de acciones sin sentido aparente, se encuentran los sueños que cada cual persigue.

–––Comprendo lo que dices, pero volvamos a los hechos.

–––Los hechos son siempre los mismos. Todas las revoluciones tienen grandes similitudes. Y lo único a destacar de cada una son los rasgos dispares entre ellas. Lo que en esta segunda discrepa del resto es muy grande, son los propios bandos en sí: eran afines, mostraban interés por las mismas cosas y puede que en algunos momentos llegaran a tener las mismas intenciones. El problema de éstas últimas es que han ido variando a medida que pasa el tiempo desde la estival jornada. De este modo, el paso del invierno puede congelar los lazos entre los bandos haciendo que se conserven hasta que vuelva a darse otra coyuntura, o realizar cambios notorios en sus pretensiones.

–––¿Qué es lo que tiene que pasar para que tenga un claro final feliz?

–––No pasará nada, que es lo que tiene que pasar para lo que dices. Pasará el tiempo, pero sólo eso. Únicamente nos queda tirar la moneda hacia las nubes. Esperar su retorno y aterrizaje sobre nuestros cascos.

Así, las revoluciones son sometidas al invierno y al tiempo, que todo lo vuelven realidad envilecida.

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