martes, 14 de febrero de 2012

Carta

Miércoles, 1 de febrero de 2012.

A mi futuro compañero y eterno amor:

Hoy, meditando en hacer una carta de amor para clase, he pensado que sería buena idea escribir algo que puedas leer cuando de verdad me cerciore de haberte encontrado. No sé quién eres o serás -en estos momentos-, y tú tampoco; nunca se puede saber, la vida da muchas vueltas.
Yo -tu eterna compañera-, he de desvelarte algo: tengo un amor, a parte del nuestro, desde que nací, y no es ni lío, ni aventura, ni amorío, ni affaire; es un amor que, estoy segura, compartimos tú y yo: la música. No hay para mí situación más reconfortante que esa necesidad de, al escucharla, tener que ponerla alta, cada vez más, para percibirla por todo el cuerpo. Sentir que Creedence Clearwater Revival, Dire Straits y Queen son mis glóbulos blancos; Jerry Lee, Elvis y Johnny Cash, mis glóbulos rojos; y Led Zeppelin, Cream y los Doors, mis plaquetas. Sufro una sed que, cuanto más la intento saciar, más aumenta. Entonces, es cuando pruebo diferentes métodos para beber de esa fuente: tocando con más gente, improvisando, intentando escribir sobre ella o dando vueltas en bicicleta por los lugares más inhóspitos que conozco mientras me la intento meter en vena mediante unos cascos.
El clímax de esta magnífica relación es, sin duda alguna, salir a escena: sentir el calor de los focos, que no te dejan ver cuánta gente te observa ni si son conocidos o no; la tensión sana que se crea juntando todos los nervios provocados por los imprevistos, el sofoco, la impaciencia por empezar y la euforia de tus compañeros que se junta con la tuya; los cables colocados estratégicamente para que lleguen a la mesa; instrumentos afinándose; beberse una tila a priori; enchufar un extremo del jack-jack al teclado y el otro al Marshall, y que éste restalle al encenderlo; sentirse febril por dentro y, sin embargo, tener los pelos erizados y estar tiritando porque hace frío; los atriles viejos con apaños para que sigan ejerciendo su función; los acoples de sonido; partituras desordenadas que encuentran su lugar en la lista a lo largo del concierto; la agudeza y sutileza con la que tus compañeros de tablas te dicen algo gracioso para tranquilizar la situación... El problema es que esas emociones que me causa la música, sólo es en determinados momentos; si no la manejo de algún modo, no puedo experimentar ese cosquilleo, ese deseo. Así que sólo tú eres el que puede completar ese vacío en mi interior. No me hace falta conocerte para saber que te necesito, que te prometería todo y que desde este momento doy mi vida por tí. Pero no te escribo para convencerte de que mi amor será sincero pues, se supone que si es definitivo, es verdadero.
En estos momentos creo sentir esto mismo por alguien que no sé si podré tener a mi lado. Dime, ¿ese chico que me dice tantas cosas bonitas cuando me mira, sin falta de palabras, eres tú?, ¿ese chico de suaves labios que me permitió probar una pequeña parte de ellos por unos eternos segundos, fuiste tú?, ¿serás ese con el que veo un futuro desde la primera vez que me miró hace años? No puedo estar convencida: la vida da muchas vueltas -aunque no tantas como en mi cabeza las das tú, o él, o ambos-. En realidad, intento no pensar mucho en el amor; llegará cuando menos me lo espere, seguro; esté preparada o no. Mi amor eres tú y, por tanto, podría decir que mi amor "llegarás" sin importar ningún tipo de tiempo: ni época, ni clima, ni edad, ni circunstancia. Simplemente llegarás y me harás plenamente feliz.
Por último, he de confesarte que nunca antes había experimentado algo parecido al escribir esto: es una misteriosa sensación de desear exhalarlo todo junto a un suspiro de alivio; de pretender expresar lo que siento mediante palabras y que éstas me inculpen de amarte, mas cada intento se convierte en un craso error al imaginarme no sólo tu singularidad ante mis sentidos, sino tu poder para hacerme ser vulnerable a la delicada llama que en el fondo de mi torso reposa resistiéndose, esperanzadamente, a no expirar hasta que el preciso soplo la extinga.

Con verdadero afecto, tu futura compañera y eterno amor.