miércoles, 10 de septiembre de 2014

Borrador 2 .15 a.m.

El silencio más incómodo que existe transcurre, sin duda, en soledad.
Es difícil ignorar la molestia que nos produce el sigilo de quien no es de nuestro agrado -más por lo que ambos omiten o han dicho anteriormente que por la ausencia de ruido-. Pero en este caso el mutismo puede que nos importe aproximadamente tanto como el dedo meñique del pie o, incluso, menos. Por otro lado, cuando las dos personas mantienen recíprocamente un interés, el silencio puede llegar a ser más absorbente y manifestar de manera más precisa un sentimiento que cualquier lisonja dicha con las mejores y más apropiadas palabras. Un silencio del segundo tipo en el instante adecuado podría ser el causante de alguna que otra quebradura de somier. De otro modo, cuando este transcurre con uno mismo, es algo más frustrante: sentir vacía la relación que uno tiene consigo cuando nadie le rodea y no encontrar conversación ni pensamiento capaz de solventarlo es, sin embargo, causante de insomnios producidos durante las largas madrugadas solitarias; y de triviales borradores sin título en ordenadores portátiles, escritos desde las camas de gente insulsa y triste incapaz de terminarlo, que al mediodía lo leerá y lo borrará por la vergüenza que le transmitirá tal puerilidad. Bueno... tal vez guarden el recorte de una frase que "se pueda salvar" para otra ocasión. Pero nada más.