martes, 20 de mayo de 2014

Me he perdido

Trazaste el plano
para esconder un tesoro con promesas desiertas
de tu boca y letra;

lo grabaste en mi cabeza.
Yo me lo creí.
Cogí un viejo casco abollado
y lo protegí
del invierno que se nos venía encima.

Entre helada y helada, lo medité
de nuevo
saboreando el té
teñido por tu taza de grana.
Con otros cuentos aprendí
que hay que pensar dos veces,
la moraleja manda:
una primera fue a tu indiferencia.
Como ya no permaneces,
la segunda curará mi insistencia
brindando por mí
con mezcla de rooibos y tristeza.

La lluvia deshizo el papel
y la tinta se infiltró en mi tez
haciendo que olvidara tus reglas.

Necesité ayuda profesional.
Y fui a ver al doctor.
Tras varios encefalogramas,
dijo que era plano,
que ya no me amas,
que te has ido.

Me quito el casco,
lo miro
y susurro en tu oído:
me he perdido.

Transcribió e interpretó
la tinta de tus palabras,
que rondaban mi cabeza.
Ir a verte fue su receta.

Respiré hondo y te busqué.

Volví a entrar en aquella escombrera,
pero el polvo nos impidió
encontrar el tesoro:
primero me cegó,
después te ahogó
entre tus palabras.

En las sombras ásperas,
como pájaro que
para volar alza las alas,
agité los brazos esperando chocar
con el muro que nos separa.
Pero tu voz sonaba distante y muda.
Me confundí y sólo golpée
la nada que nos inunda.

Eché a correr.

Quemé todas tus cartas
junto a las recetas médicas
y conseguí volver a ver
la claridad de las llamas.

Comenzar de cero. Suena bien.
Es como el trazo de un bolígrafo
al estrenar un papel.