sábado, 15 de noviembre de 2014

Nec revocare potes qui periere dies

Días de frío, días de paz,
días de evocar, días de recordar
en soledad.
Los días de vivir pensando, siendo
consciente de existir.
Los días en que solo
es mejor,
mas no saber por qué
el cristal no está roto
pero se derrumban muros de piedra
con facilidad.
Días en que a otro ves
morir
y corre horchata por tus venas,
nada te afecta
siendo hoy
el día sublime de pensar
en grandes imposibles,
días de decadencia arrolladora,
de encerrarse en la mullida
cazadora del ahora,
del dejarlo estar
en una realidad sufrida
que corre mirando al reloj,
esperando verlo parar
y seguir la vida, pensando
que no puedes revocar 
a los días que ya han perecido
mientras observabas
de la aguja el giro
que lento se te clavaba
en circulares horas descorchadas.

Días que pasan mientras reparo en su pasar y mi pesar,
y en la gente
que ya vivió en ellos,
tristes, solitarios,
de paz,
de soledad,
susurrando y sufriendo auto-asesinatos silenciosos servidos con sangre desasosegada.






miércoles, 10 de septiembre de 2014

Borrador 2 .15 a.m.

El silencio más incómodo que existe transcurre, sin duda, en soledad.
Es difícil ignorar la molestia que nos produce el sigilo de quien no es de nuestro agrado -más por lo que ambos omiten o han dicho anteriormente que por la ausencia de ruido-. Pero en este caso el mutismo puede que nos importe aproximadamente tanto como el dedo meñique del pie o, incluso, menos. Por otro lado, cuando las dos personas mantienen recíprocamente un interés, el silencio puede llegar a ser más absorbente y manifestar de manera más precisa un sentimiento que cualquier lisonja dicha con las mejores y más apropiadas palabras. Un silencio del segundo tipo en el instante adecuado podría ser el causante de alguna que otra quebradura de somier. De otro modo, cuando este transcurre con uno mismo, es algo más frustrante: sentir vacía la relación que uno tiene consigo cuando nadie le rodea y no encontrar conversación ni pensamiento capaz de solventarlo es, sin embargo, causante de insomnios producidos durante las largas madrugadas solitarias; y de triviales borradores sin título en ordenadores portátiles, escritos desde las camas de gente insulsa y triste incapaz de terminarlo, que al mediodía lo leerá y lo borrará por la vergüenza que le transmitirá tal puerilidad. Bueno... tal vez guarden el recorte de una frase que "se pueda salvar" para otra ocasión. Pero nada más. 

lunes, 25 de agosto de 2014

¿?

«Eso no ocurrirá»- me corregía.
Pero en este instante apostaría
que hemos sentido del mismo modo,
que nos hemos mirado igual el uno al otro.
Y, rehusando las estrellas del cielo,
podremos convencernos
de que no queremos o no debemos amarnos,
cuando sólo es miedo lo que tenemos,
terror de una oportunidad.
Quizá sea demasiado joven
para estar segura;
o tú muy prudente 
para desear el instante.
Igual no es tiempo de prometerse
porque esa no es la solución.
Sé que esta noche duermes
y que el esbozo de tu cuerpo
es el cierre de un mutuo interrogante
que el mío abre.
¿Me esperarás?
A veces, temo perder mi vida
aguardando
por una persona querida,
por una promesa vacía
que no llega,
que se pierde
y que se incinera
mientras los días se hunden
en un eterno océano de arena negra.
El futuro es incierto
pero el final está siempre cerca.
La habitación está vacía;
la cama, hecha;
y la lluvia se cuela por la rendija
que dejo abierta para que entres
cada vez que te apetezca.
Hipnos y Nix me envían a Morfeo
para que en otro mundo pueda amarte.
Y nunca será tarde 
para el agua pura y reluciente
que baña nuestra fuente. 
Entenderé que hoy me rechaces,
que te marches,
y te ayudaré
para que no te cueste lo que haces,
sabiendo que habré vivido en vano
si te desvaneces
y jamás nadie te iguala.








martes, 1 de julio de 2014

A Stad:

Vuelve, para, ven, salta, muda, retuércete, baila alocadamente conmigo para recibir al domingo. Acojamos la muerte entre nuestros brazos. Estoy esperando. Cuando tú quieras, volveremos a ahogarnos en ingentes piscinas rebosantes. Peguémonos un postrero chapuzón, ahoguémonos.
                  Saltemos desde el trampolín del hoy, lleguemos al suelo seco del mañana.
                            Y, mientras tanto, seamos felices danzando en el aire como
                                 niños que golpean piñatas. Viaja entre los recuerdos
                                             de otros días envenenados y extintos.

                                        Acto seguido, vuelve a doblar tus comisuras
                                 y entérate ya: degeneras, tu amor se canjea. Lárgate ahora
                     que estoy bien y no te necesito. Vete con tus maracas a cabriolar, a lapidar
              momentos felices, a cascar y chupar pipas, a apagar cigarrillos en hielos de vodka. Y,
     si algún día vuelvo llorando con un mensaje, quémalo, rómpelo, bórralo, engúllelo. Deglute todos
los recuerdos que te queden de mi sombra.
                                                               
                                                                 Será el fin, mi Stad.
                                                               
                                                                                      Compleja,
   interesada,           arcaica,              regurgitada,                                       enfurecida,        dubitativa,

                         camuflada,                                               ebria,                          prostituída,        
                                                                                               
                                                    aburrida,          añorada,        necesaria...


                                                                FragmentadA mi stad.    

sábado, 7 de junio de 2014

El dilema del erizo

Las os se enroscan, se funden, 
y se aproxima la euresis. 
Ya no es. Ya no es tu ahora. Ni tu luego. Ni tu ayer. 
No hay. Ni fatum ni moira. 
Las sinestesias la invaden. 
La anulan. Abruman. 
Asiente con la punta del zapato, 
lo salpica de barro. 

Las mejillas enmudecen y se difumina el fuego en la boca. 
El anábasis perfuma las telas. 
Las palabras se diluyen en la lluvia. 
Y el agua de las goteras humedece 
los tactos volviéndose vaho. 
Una figura observa en silencio. 
Aúlla, lupus. ¡A-ú-lla! 
Pide ayuda 
o seguirán enzarzados, desgarrándose, mordiéndose. 
Matándose. 
Y les duele. 
Los brazos les sangran. 
Al tocarse se clavan sus púas de cristal, 
como los erizos. 
Le rasga la piel, con los afilados proligarios. 
Todo por culpa de la profasis de pájaros marrones. 
Las apolocintosis caen de los cuatro 
y cicatrizan las heridas de los rostros. 
Muestran sus colmillos. 
Con la luz del lexis sulpicia el simposio. 
No les importa estesicorar 
para no ser estesicorados. 
Se hieren mutuamente; se devoran a sí mismos. 

Consumen contra una pared los futuros días de orden. 
No hay taxis ni taxeos 
¿sadail so sus Y? 
Dime,  ¿senorram sorajáp sod sut Y?
Aúlla ahora, cánido. 
Ayuda ahora, no te calles. 
¿sanilatsirc saúp ed soseb sut Y? ¿sadicedumne seceñin sus Y? 

El resultado fue, ya sabéis, 
sozire sol ne omoc.















martes, 20 de mayo de 2014

Me he perdido

Trazaste el plano
para esconder un tesoro con promesas desiertas
de tu boca y letra;

lo grabaste en mi cabeza.
Yo me lo creí.
Cogí un viejo casco abollado
y lo protegí
del invierno que se nos venía encima.

Entre helada y helada, lo medité
de nuevo
saboreando el té
teñido por tu taza de grana.
Con otros cuentos aprendí
que hay que pensar dos veces,
la moraleja manda:
una primera fue a tu indiferencia.
Como ya no permaneces,
la segunda curará mi insistencia
brindando por mí
con mezcla de rooibos y tristeza.

La lluvia deshizo el papel
y la tinta se infiltró en mi tez
haciendo que olvidara tus reglas.

Necesité ayuda profesional.
Y fui a ver al doctor.
Tras varios encefalogramas,
dijo que era plano,
que ya no me amas,
que te has ido.

Me quito el casco,
lo miro
y susurro en tu oído:
me he perdido.

Transcribió e interpretó
la tinta de tus palabras,
que rondaban mi cabeza.
Ir a verte fue su receta.

Respiré hondo y te busqué.

Volví a entrar en aquella escombrera,
pero el polvo nos impidió
encontrar el tesoro:
primero me cegó,
después te ahogó
entre tus palabras.

En las sombras ásperas,
como pájaro que
para volar alza las alas,
agité los brazos esperando chocar
con el muro que nos separa.
Pero tu voz sonaba distante y muda.
Me confundí y sólo golpée
la nada que nos inunda.

Eché a correr.

Quemé todas tus cartas
junto a las recetas médicas
y conseguí volver a ver
la claridad de las llamas.

Comenzar de cero. Suena bien.
Es como el trazo de un bolígrafo
al estrenar un papel.



martes, 29 de abril de 2014

Revolución (III)

Hoy hay gente que ni se recuerda.
Los amigos juegan ahora
a desaparecer, entre acera y acera,
en opresiones visuales que los ahorcan,
entre cuchillos, fango y arena.

Reluce la juventud en sus brillos color violeta.
La flamante sonrisa garantiza la diversión.
Sus manos ofrecen el goce, su meta.

Y con sus palabras se desató una insurrección,
tan grande que ni él mismo imaginó al decir:
todas las revoluciones comienzan así.

Viejos chamanes y sus tribus los ahogan
con hechizos de bruja manceba
porque es su noche ahora.

Obviando palabras asfixiantes de extraños
que envidian la libertad de sus piernas
huyendo de cuchillos, miradas y sablón,
volaron los escarabajos por un mundo mejor
en la noche de su revolución.

Aguarrás y coloridos elixires diluyen
los grotescos maquillajes de las caretas
en las calles del botellón.

Y con sus palabras se desató una insurrección,
tan grande que ni él mismo imaginó al decir:
todas las revoluciones comienzan así.

La comenzaron allí con un molotov
elaborado con rabia y pólvora
que más tarde estalló.

Y aunque nadie más confió
ni le otorgó gran importancia
por ser una maníaca acción,
propiamente dicho,
fue una auténtica sedición.






lunes, 28 de abril de 2014

Requiem

Y arropada, con el agua hasta el cuello, me dispuse a sumergirme una noche más en los desconocidos mundos de Morfeo. Todo comienza al apagar la luz.

El Introitus: Requiem Aeternam y el Kyrie Eleison fueron barbitúricos, mantuvieron el hilo angustioso de toda la obra. El ofidio anudado en mi garganta se deslaza, resignado, ante la armoniosa sonoridad. Su lento reptar me introduce en el oscuro túnel del adormecimiento.

Sequentia.

Dies Irae. Los jinetes de la nocturnidad cubren todo con su manto. Los colores vivos se escapan, atemorizados, de sus puestos y las escalas de grises llegan para sustituirlos. Mi cama se vuelve hormiguero y cientos de ellas invaden todo mi cuerpo desde los pies paralizándome. Las potentes voces inician en medio de la tranquilidad un trepidante rumor y siento cómo me hace vibrar. Tuba Mirum. Mi sombra, nívea y brillante, atraída por una potente gravedad, se eleva escapándose de aquella joven que duerme. Intento llegar hasta ella, pero algo me lo impide.

Rex TremendaeRecordare. Confutatis. ¿A caso esto es sueño? No puede serlo. Intento dormir pero estoy despierta; trato de despertar mas estoy dormida. Soy consciente de mi pavor, de mi terror en esta espantosa nocturnidad. Y hablo, y grito, y lloro sin ningún resultado: estoy atrapada. Lacrimosa. Sólo queda desistir y ceder. 

Silencio y vigilia. Offertorium.

Domine Jesu. La tranquilidad llega junto con el sueño. Comienza el viaje. Deliberadamente, sobrevuelo campos, bosques, plantaciones, acantilados... Hallo sonrisas artificiales de desconocidos personajes. Hostias et preces. Unos se compadecen, me protegen y socorren al acercarme; otros se abalanzan sobre mí violentamente cuando me aproximo. Huyo resuelta y veloz; corro, vuelo y retozo entre las espigas que acarician la tela de mi camisón. SanctusBenedictus. La brisa es cálida y agradable, huele a menta seca. El sol cubre de oro todo bajo mis pies convirtiéndolo en un paisaje estival con tonos ocres y amarillos que se contrapone con su paz a mi lúgubre cuarto y su olor a muerte.

De mi ombligo sale un cordón brillante y lechoso que me lleva otra vez a la joven tendida en la cama.

Agnus Dei. ¿Despierto? Miro el reloj, que marca las cuatro y treinta y cinco minutos, pero tras cerrar los ojos todo se vuelve desconocido. Lo temo. ¡Ábrelos! ¡Vuelve! No puedo. No me dejan. 

Communio: Lux Aeterna

¿Ya? Pianissimo, palpo con las yemas de mi mano derecha la fría y rugosa pared hasta alcanzar el interruptor. Me incorporo en el colchón. Trémolo: mis manos tiemblan. 

Todo termina al encender la luz. Clap...clap. Ritardando, el cambio de velocidad me produce un pequeño mareo. 

Casi morendo, aplausos en el Musikverein de Viena.

Requiem... 




...ad pacem.


lunes, 13 de enero de 2014

Cenizas

Escasas son las ascuas que entre las cenizas quedan. Pero se abre el tiro. Crepitan las gentes. La chimenea arde de nuevo indefinidamente. Grandes leños avivan el fuego, y lo provocan con su sorna y su cinismo. Ha tardado en encenderse a causa de la humedad. El ambiente está henchido. Henchido de codicia, de abyectos maderos y ruines veteranos de fuelle y badil; atiborrado de imperturbables y pacientes cenizas que soportan, que esperan. Y la pira crece y se aviva y grita en un mar de bazofia incandescente. En el exterior tan sólo se percibe, de cuando en cuando, una bocanada de humo; pero dentro, el hollín tizna bosques, casas, campos, edificios públicos, seres, comercios, montañas... Y más maderos acuden al fuego escoltados por chorreante musgo. Lo proscriben. Se cierra el tiro. El humo envuelve el interior del lar: se está apagando. Satisfechos, se hallan intactos. Y todo continúa su curso. El gélido invierno se apodera del hogar. Las cenizas se mantienen sumisas; quedan pocas ascuas entre los despojos de la profunda indolencia. La humedad barre el hollín acumulado en cada recoveco. Aquí no ha pasado nada.

















Es disparatado ver cómo los maderos calcinan al fuego.