jueves, 14 de febrero de 2013

Carta

Difuso P.,
Aunque en el fondo esta carta va dirigida a Nada -que es ahora tu misma persona-, considero necesario ponerme en contacto contigo. No te amo, tampoco te odio, ni siquiera te deseo o te ignoro. Tan solo te he perdido y relegado hace tiempo a un mar confuso de mi memoria. Recuerdo pocas cosas sobre ti, pero he de orientarte -en la medida de lo posible- cual hermana mayor:
Tú, pequeño, no llegarás a ser ni por asomo como te enseñan que debes ser; harás cosas que te prometes no hacer y no te arrepentirás de ello. Verás nieve y ríos de angustia sobre las marrones montañas que tanto admiras; observarás que tampoco ellas se libran del viento y la lluvia. Aprenderás a multiplicar en la tabla de la realidad: el tren irá acelerando a medida que pasan las estaciones y no se detendrá; ¿acaso crees que en la última hora podrás hacer todo lo que te propones? Puede que en ocasiones te sientas solo en una fiesta de amigos o acompañado en un inmenso desierto, pero esas situaciones son necesarias para que aprendas cuanto antes a amar la soledad y la tristeza; ellas serán tu amparo cuando sus antagonistas se alejen de ti. Apártate cuanto antes de todo lo que no te hace bien y toma lo que necesites, aunque te pueda hacer mal -no será tan malo, créeme-. Vivirás encuentros pacíficos encubiertos por la cósmica antracita de las noches de verano; y te sentirás orgánicamente embriagado. Descubrirás gente fascinante con ganas de vivir, conocer, luchar, amar, llorar, soñar y reír, y perderás amistades que no te aporten nada. Trocarás tus preferencias; las piruletas de fresa ácida por volátiles y sugerentes chocolates. Experimentarás nuevas sensaciones ignoradas hasta el momento. Odiarás tanto los excesos como las carencias. Encontrarás dos inmensos refugios, dos maneras de expresarte; y sentirás en tu propia piel honestos clímax musicales. Pero también comprenderás tus límites, lo que te hará necesariamente consciente de tu mediocridad. Amarás tu mejor defecto y odiarás tu peor virtud. Con todo esto, aprende a decidir de modo que puedas saborear todos los aspectos de la vida.
He contemplado una y otra vez tus mismas fotografías; pero no te reconozco y cada vez retengo menos datos, como si una amnesia se apoderase de mis recuerdos. Hay días en los que mágicamente vienen a mí tus fragancias para advertirme de que sigues en algún rincón; pero, desde que te fuiste, he buscado otros aromas con los que soñar. He releído tus pueriles escritos y oído esas melodías que solías tararear estando, siendo yo Presente; es curioso cómo pueden transmitir emociones incluso las palabras más fútiles y las canciones más comerciales, sólo por volver a leerlas o -en el segundo caso- escucharlas años después; ¡somos tan fácilmente susceptibles...!
Familiares, amigos, amantes, profesores, ídolos, gobernantes... te destruirán a la acrobática velocidad del día a día; al responder positiva y presuntuosamente de acuerdo a lo que demandan, verás en sus rostros un vaporoso ademán asesino exteriorizado mediante una sonrisa; una piedra más caerá de tu fachada. Las diferentes maneras posibles de obrar ante cada situación te asustarán y te harán buscar un modelo legítimo a seguir, pues te angustiaría estar solo y no ser comprendido. Nadie te convencerá de su autenticidad; ni siquiera creerás en la tuya propia, pues no admitirás ser la misma persona que hace unos meses. Ahora bien, has de encontrar gente con la que se pueda ser feliz sin pedir nada a cambio; sin intereses, sin deudas: sin destruirnos.
Definitivamente, he aprendido a vivir sin ti y a olvidar lo que contigo se va. Sólo duras en mi mente un par de bailes de agujas, hasta que, rápidamente, mi apatía me arrastra al mullido territorio invariable en el que se hospeda mi ego. Ya nada va conmigo; ya nada caduca. Estoy en una habitación aislada introduciéndome en el protagonista y conociendo sus límites. Vuelvo a ser feliz y me someto a mi existencia: espero, confío, creo, acepto y, al final, me entrego.
Siento no haberte prestado la suficiente atención mientras pasabas por aquí. Y ahora, enfrascado en un bote de chucherías vacío, naufragas cerca de la costa de la Nada para acabar enterrado en su arena vacía e inconcebible para nosotros.
Pretérito Perfecto, eres ausencia, eres Nada. Y Nada es Presente aquí.

P.D.: ¿Es que vale la pena tener una vida nostálgica, rememorando y fantaseando, sin vivir el momento? Yo creía que no; pero nuestra existencia -pienso- está para realizar cualquier torpeza que nos haga sentir vivos. Y en ese enorme maletero sin fondo de acciones probablemente absurdas, se encuentran los sueños que cada cual persigue. El mío en particular es amar tu ausencia.