sábado, 25 de abril de 2009

El secreto de un libro antiguo:

Comencé por uno de los que más despertó mi curiosidad: “Secretos de un viejo libro”. Me preguntaba qué secretos podría esconder aquel libro tan antiguo. No era demasiado grueso, tendría unas 120 caras. Lo abrí por la primera página. El bisabuelo había escrito la fecha en que fue adquirido: 13 de abril de 1900, y más abajo su rúbrica; tenía un trazo perfecto. Seguí leyendo y, por tanto, pasando hojas hasta llegar a una –la trece- en la que había un sobre. Lo abrí y lo leí;


Usted que lee este libro:

Si no quiere descubrir cosas de las que se va a arrepentir, no siga leyendo, pues sabrá demasiado. En cambio, si tiene curiosidad y se atreve, prosiga su lectura hasta el final. Yo, por mi experiencia, le aconsejo lo primero.


En ese momento, cerré el libro por miedo a lo que pudiera pasar. Sin embargo, tenía más curiosidad que antes de leer aquella carta. Entonces, decidí ir a pasear por el bosque que había detrás de la casa para recapacitar un poco.

Cogí el anorak y el libro, y salí de la casa. Una vez que hube llegado al bosque, me senté a la sombra de un nogal.

Por una parte, quería leerlo; bastaba que me dijera que no lo hiciera, para hacerlo con más ganas aún. Pero por otra parte, esa idea me estremecía lo suficiente como para no hacerlo. Me levanté y seguí mi camino hasta atravesar aquella espesura y llegar a un pequeño río. Me volví a sentar y reflexioné sobre la sarta de números trece que habían aparecido en mi vida últimamente; mi mudanza fue el día trece, mi bisabuelo se iba de casa tal día de cada mes, la adquisición de aquel libro fue ese día y en la página trece era donde había encontrado el sobre que me había hecho dudar si iba a proseguir la lectura o no. Yo nunca había sido supersticiosa, ni lo quería ser; así que pensé en que todo eran meras coincidencias. Volví a casa a cenar; ya se me había hecho muy tarde.


¿Dónde has estado, Sara? Me tenías muy preocupada me dijo Mar.


Mamá, te dejé una nota en la nevera diciéndote que me iba a pasear le contesté.


Pues no la vi.


¿Qué hay para cenar? Le dije cambiando de tema.


Hay pescado con patatas


Cogí un plato y me puse a cenar con mis padres. Seguidamente, cogí el libro del aparador, y me fui a la cama dispuesta a seguir la lectura.

2 comentarios:

  1. La verdad es ke no me lo he leído(después com maáááaááááá´sssssss detenimiento.WAAAAAAAAAPPPPPPPPPPPPPPPAAAAAAAAAA

    ResponderEliminar
  2. Ya me lo he leído me ha encantado, wapísima ya escribiré yo un relato en mi blog.Entra se me acaba de ocurrir uno.JEJE ERA PESCADO con patatas NO CARNE con patatas¡¡¡Mentirosa!!! Snif XP
    Ja ja. Escribes muy bién.Es tipo:El siguiente día, que estaba lloviendo, subí a la montaña y me adentré en el bosque. Aquel olor a tierra mojada y a resina me transmitía tranquilidad. Me resguardé bajo un árbol y abrí el libro, con tan mala suerte que el papel salió de entre sus páginas por el viento y voló al lado de una caseta abandonada de la que yo no conocía existencia. Decidí entrar, calada hasta los huesos, abrí la puerta, era un laboratorio, libros y jugos enbotellados. Y en medio de la estancia él agachado recogiendo unos papeles que habían caído por el viento al abrir la puerta. ¡claro!, era día 13, él no estaba en casa...
    -¿abuelo?-dije a media voz

    ResponderEliminar