Ahora, por fin hemos llegado; ahora que los errores cuentan, ahora que lo real tiene más lados, permíteme que me arrepienta de aquello que sólo yo sé. Deja que me ensombrezca, en silencio, y no preguntes el porqué de mis acuosos humores: dorados, uno a uno son recuerdos, apoyos pérfidos, resquemosos antisépticos, de antiguos lingotes. Obsérvame y calla -si quieres- o vuelve la cara si puedes; pero no cambies de maniobra y acabes haciendo mutis por la puerta que, rota y abierta, siempre espera. No hay ya decepción, no más caretas para cada facción. Tras dormir, lo hay que aceptar: es muy fácil entrar y es más fácil salir; lo difícil es quedarse a
escribir.
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