Pasan las baldosas y las ventanas,
pasan los días mientras miro una luna
invertida, satélite que me mira, extraña,
lejana de las otras noches de vaga cuna:
por las carreteras te seguía hacia la nada,
como si fueras casta, inalcanzable, cotidiana.
Y tengo ahora unas pupilas que murmuran
a tu aro de cebolla: “prende tu pólvora
y llévanos a aquellos rincones, danos la cura”.
Y la luna, más irónica que la letrilla de Góngora,
no murmura, pero te mira tan profunda
que algo oculta: …y
ríase la luna.
Aires surestes visitan mis pestañas, tierras
circum-vesuvianas en la rotatoria esfera.
Y giran las baldosas, y duermen las cabezas
en este inmovilismo de Vetusta destreza.
Esos aires que me trajeron y me
llevarán,
es el viento que pone y dispone
d’equí p’allá:
Chi ha avut’, ha avut’. Chi ha rat’,
ha rat’.
Scurdámmoce ‘o ppassato, simmo ‘e
Napule paisá!
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