Bastaba tenerte a mi lado
para saber que dormiría bien:
tu algodón y frescura me llevaban
a mundos oníricos entre nubes de seda,
abrazada a ti no existía el dolor
de las noches que pasan continuadamente.
Ahora tan sólo sirves como placebo,
supliendo carencias
o como máquina del tiempo
para retroceder en los sueños.
Serás tú también el postrero manto
que oculte la gélida y pálida piel
al llegar mi réquiem;
que me cubran contigo, fiel trapo,
en la noche eterna.
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